Hace poco Carmen Lazo parecía estar a punto de morir, por lo cual Tomás Lazo III dudó si su familia debería festejar el cumpleaños 100 de su madre.
Mientras sus seis hermanas planeaban llevar a la "Mamá Grande" a misa y organizaban una fiesta con mariachis y pastel, Tomás, el único varón de los siete hijos de Carmen, hacía arreglos para el funeral de su madre.
"No tenemos a la mamá que antes fue, pero nos alegra tenerla", dijo Lazo.
La familia convenció a Tomás de celebrar el cumpleaños. Así fue como fueron a una misa de acción de gracias en la iglesia católica Santa Teresita de West Dallas, luego a una comida en el Centro Cultural Latino.
Vinieron viejas amistades, familiares de Michigan y California y estuvieron los 25 nietos y 10 bisnietos de la matriarca.
Hubo un momento especial al mermar las luces del teatro y se presentaron fotografías al son de baladas mexicanas. Cuando paró la música, Mamá Grande aún cantaba en voz alta desde su silla de ruedas.
"Su corazón esta fuerte, pero su mente no", explicó Lazo. "Es difícil ver a mi madre con demencia avanzada".
Madre, ama de casa
Carmen Martínez nació el 15 de julio 1913 en San Felipe, Guanajuato.
Inmigró a San Antonio en 1918 con sus padres, José Andrés Martínez y María Dolores Rangel, quienes huían de la Revolución Mexicana. Se mudaron a West Dallas, donde su padre trabajó en la fábrica de cemento que hoy es Lone Star Park de Grand Prairie.
A los 22 años, Carmen se casó con Tomás Lazo II, un chofer de camión.
Carmen no tuvo estudios formales, pero siempre enfatizó la educación a sus hijos.
Ellos la recuerdan como una mujer dedicada al hogar.
"Era una mujer compasiva en un mundo donde los hombres mandaban. Mi padre no tenía trabajo fijo en el invierno y ella nos enseñó a agradecer lo que teníamos", dijo Tomás III.
María Evangelina Armendáriz, la hija mayor, recuerda que su madre les tejía suéteres y vestidos, y la enseñó a bordar.
En verano, los Lazo viajaban al norte a trabajar en la pizca de fresa, cereza y tomate.
"Siempre se aseguraba de empacarnos suficientes tacos para que nadie pasara hambre", dijo Tomás. "Recuerdo las tortillas perfectamente redondas que nos preparaba con mantequilla o con frijoles o papas y huevo".
Los hijos de Carmen recuerdan que ella aguantaba el temperamento de su esposo.
"Mi mamá nos daba amor y mi papá nos daba temor", dijo Armendáriz.
Él falleció en 1982.
Se apagan los recuerdos
Luego de enviudar, Mamá Grande se fue a vivir con su hija Beatriz Pérez.
"Nos contaba cómo conoció a mi padre, que él era un vago y nadie lo quería", dijo Tomás. "Se enamoraron y se casaron".
Carmen contaba que cuando era joven ella y su hermano formaron un equipo de beisbol.
Con el tiempo los relatos de Carmen escasearon y el mal de Alzheimer borró su memoria.
Cuando dejó de caminar, la familia no tuvo más remedio que ponerla en un asilo.
Los hijos de Carmen se turnan para visitarla todos los días y asegurarse de que come.
Tomás, dueño y gerente de una empresa de tecnología, va los domingos.
"Siempre le llevo una dona porque le gusta comer comida dulce", refirió.
El hijo explica que el asilo donde vive su mamá provee atención para pacientes que quieren morir tranquilamente.
"Es duro para una familia mexicana internar a su mamá en un asilo, pero llega un tiempo cuando tienes que enfrentar la realidad", dijo.
Tomás no está seguro si su mamá se acuerda de él.
Sin embargo, "cuando me despido de mi mamá, siempre bajo la cabeza y le pido su bendición... como siempre, ella me la da", dijo.
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